miércoles, julio 27, 2005

La mujer de la luna.

Cuando aumentaba la noche, en donde desaparecían las rémoras del hombre que tiene por sombra, un rostro pálido se divisaba apenas por sus resplandecientes ojos tristes, tomaba por sus dedos delicadamente el cigarrillo que le daba a diario la dosis de droga legal.

Sentada en la banqueta, con las piernas juntas y recogidas, daba jalones al humo que la hacía perderse un momento en el tiempo, sus ojos cristalinos y humectados intentaban secarse debido al sentimiento que guardaba dentro.

La luna inmensa, luna redonda y amarilla, la invitaba a desahogarse, la ayudaba a llorar -No hay cosa más triste, más melancólica que la luna llena, y el conejo perdido bien lo sabe, aunque ella es como yo, nunca le ha dado a nadie el motivo de su tristeza, de su melancolía, de sus noches enteras, crecientes y menguantes.- El faro encima de ella prendió, volteó a mirar el foco y encontró su similitud con el de la luna: su luz amarilla y opaca. Después pudo verse las manos –Estas manos que cosa no quisieran ser: pianistas, amantes, artesanas, dibujantes, totales artistas… pero nunca me he atrevido y ahora están tristes, huesudas, envejeciendo conmigo- Una lágrima cae al costado entre la tierra, mira al suelo a buscarla, a revivirla para platicar con ella, pero es en vano y mientras observa el suelo, se queda atónita ante lo que presencia, la sombra ha huido de ella –Igual que yo, siempre huyendo de mí…


*Be quiet and drive de Deftones